la ducha, la sensación de agua en el cuerpo, luego de nueve horas de carretera y tres horas de mar fue muy reconfortante, tanto que luego de la ducha, volvimos a recorrer los sitios que antes estaban salados y que ahora están dulces.
salimos del cuarto, reclamamos las llaves y caminamos hacia la izquierda alejándonos del muelle principal, caminamos sin rumbo fijo, bordeando la bahía, encantados con la tranquilidad y la falta de turistas y vendedores y niños gritando y tantas cosas que pueden mandar al carajo unas vacaciones en la playa, caminamos hasta una casa abandonada y nos devolvimos, vimos más cabañas, casi todas a quince mil por persona y treinta con comida, pero no tenían ducha o no se veían tan cómodas y limpias, satisfechos de la decisión tomada, paramos en la "náutica cabo tiburón" un sitio donde alquilan bicicletas marinas, botes, caretas, venden cerveza a dos mil y pargo a doce mil, un par de cervezas primero y luego un pargo gigante con patacones y arroz y limón y sal de limón que teníamos, tengo que confesar que me chupe cada uno de los dedos al terminar, hacia mucho tiempo no me comía un pescado frito y me supo riquísimo, al terminar decidimos ir al hotel a descansar un poco, nos acostamos a las 1600, a las 2030 fuimos al baño por turnos, nos cuestionamos si queríamos salir y terminamos por dormir hasta el día siguiente a las 700 hora en la que nos despertó un concierto de pajaritos que podría jurar estaban al otro lado de la ventana riéndose de nosotros.
y esa fue la primera noche en el hotel.